La vida de un Casanova frustrado

Voy a empezar por el principio, que estar enfadado no es excusa para no explicarse con un mínimo de claridad. Vamos a ver: resulta que cuando yo tenía equis años (no despejo la equis por no revelar la incógnita de mi edad, coqueto que es uno) el hombre ideal tenía más pelos en el cuerpo que un cruce de oso y alfombra persa.

Y yo, velloso, piloso, lanoso y tupido, feliz por lo mucho que iba a ligar dejando ver un pecho con más pelo que piel a la vista. De pronto, el año en el que empecé a salir con la idea de no volver solo a casa, empiezan a llevarse los hombres depilados y bien rasuraditos… Vaya.

Cambios como para volverse loco

Pues nada, a tirar de cera y a afeitarme hasta que mi cara deje a las nalgas de un bebé por papel de lija. Todo fuera por la atención femenina que en esos momentos se llevaban unos tipos más delicados que ellas.

Salgo a la calle, aliviado de vello y barba y… resulta que los prefieren con el pelo largo. Buf. Como nunca he sido de engañar a nadie, pospongo mi arrollador éxito con el sexo mal llamado débil. Año y medio dejándome crecer el pelo…

… Para que venga un tuercebotas al Sporting de Barcelona y ponga de moda a los tíos con cresta. La madre que lo…

¡¡Sorpreeesa!!

Pues, nada, a raparse las sienes y… y… ¿Y dónde está el pelo de la coronilla? Tanto estrés y tantos experimentos con el pelo han hecho que se me haya caído una enorme cantidad de pelo ¡Ay de mí! Si ya decía yo que eso de que se vieran tantos pelos en la almohada no podía deberse a que la habían rellenado con el bicho que no correspondía.

En fin, que este último y fallido cambio de look dio a mi non nata vida donjuanesca por muerta. Lástima. Bueno: siempre podía meterme a fraile, total, la tonsura ya estaba hecha. En tan negros pensamientos me hallaba que me decidí a buscar una solución extrema: que me quisieran por algo que no fuera la belleza.

La belle está en el int… ¡¡jua, jua, jua!!

Pero, ¿por qué podían desearme? Estaba calvo, por lo tanto no podía embarcarme ser un hombre de negocios exitoso, todos ellos con un pelo impecable, así que atraer al sexo cada vez más opuesto con promesas de riqueza y vida regalada también quedaba descartado ¿Qué me queda, Dios mío, qué me queda?

¡¡Eureka!! Parece ser que una de las formas de conquistar el corazón de una mujer es mostrándose culto y sensible. Vale: pues ya que no iba a ser guapo ni rico, sería feo y pobre, pero leío.

Cultivándome el melón

Comoquiera que las bibliotecas tenían algo en el ambiente que me ponía la piel de gallina, me decidí por la lectura en Internet. Letras son. Tras superar la etapa en la que prefería las imágenes, a ser posible de señoras o señoritas con más piel a la vista que cubierta, empecé a plantearme en serio la idea de leer, pero, ¿sobre qué?

¡¡Otra vez eureka!! (me había gustado el grito de Arquímedes al sumergir su cuerpo en un fluido y experimentar un impulso hacia arriba). Ya que el pelo era el causante de mi desgracia, sobre él y cómo recuperarlo leería en la Red.

Leyendo por mi pelo

Del mismo modo que el índice de un libro es indescifrable para mí, Google es trasparente como, como… Como una cosa trasparente (es que no tenía ganas de buscar comparaciones, que se me cansa el cerebro). Fue gracias al buscador de Mountain View que encontré mucho y muy variado material de lectura.

Para empezar, leí sobre las técnicas de implante de cabello, que me parecieron bastante más fiables que métodos como frotarse la calva con una bola de cristal de roca del Himalaya, sospechosamente parecida a las piedras que te puedes encontrar en cualquier camino del Macizo Central ibérico.

Diferentes técnicas

De este modo, pude distinguir entre la técnica FUSS, que traslada tiras de piel con pelos de la nuca o las sienes hasta las zonas deforestadas y la FUE, que lo que hace es mover folículo a folículo. Naturalmente, en ambos casos el donante y el receptor es la misma persona.

Y, navegando, navegando, llegué a una página que me cambió la vida: www.drgriffiths.es. En ella dejan clarito cómo se lleva a cabo la técnica FUE que, aunque más lenta, es más cómoda, con menos secuelas y cero cicatrices.

El caso es que hace unos meses me decidí y, oye, ya tengo mi pelo, de apariencia tan natural como si no lo hubiera perdido nunca. Ahora ya no necesito leer, que hasta me se habían pegado palabras como “deforestadas” o “apariencia” (¡uf!)

Lo que ocurre es que ahora las mujeres me dicen que necesito un cerebro debajo de tan hermosa cabellera… Malditas modas… ¿Dónde los implantarán?